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    ESCRIBE PABLO SIRVÉN

    ENRIQUE TELÉMACO SUSINI, UN EJEMPLO QUE NADIE SIGUE, por PABLO SIRVÉN

    FUE FUNDADOR DE LA RADIO Y LA TV, TENÍA UNA ÉTICA QUE SE PERDIÓ.

    Podría haber usado su prodigiosa inteligencia y versatilidad sólo en su propio provecho, mezquinamente, para ganar mucho dinero, rating, popularidad y nada más, sin asumir la altísima responsabilidad que significa manejar un medio de comunicación social.

    Podría haber sido un empresario desaprensivo, que mirara para otro lado, sin establecer parámetros a sus subordinados, preocupado en una exclusiva cosa: que la facturación publicitaria fuese robusta.

    Podría haberse desentendido de ciertos cataclismos que generan los medios cuando no se atienen a ningún código de ética, los dueños se despreocupan frívolamente de sus deberes más elementales y forman parte de asociaciones que son meros sellos de goma, en tanto que se esconden bajo la alfombra para no oír ciertos clamores de los que no se hacen cargo y que los tiene sin cuidado.

    Pero no. Enrique Telémaco Susini fue un hombre íntegro, comprometido con la calidad, un sabio de formación claramente renacentista por la diversidad de sus conocimientos, que no hubiese tolerado mirarse un segundo en el espejo si hubiese cometido la décima parte de las miserias descriptas.

    Tampoco se habría sentido feliz especulando con convocatorias de acreedores que lo salvaran de honrar las deudas contraídas, ni habría entrado en oscuras connivencias con vidriosos organismos públicos de control para bicicletear el pago de infracciones si en sus medios se hubiesen cometido abusos. De haber sido abogado, muy improbablemente habría llevado adelante las defensas de políticos desprestigiados o de empresarios acusados de crímenes.

    Susini consagró su vida a cultivarse y a devolverle a la sociedad los frutos de su prodigiosa formación. Sólo con conductas así, un país se encamina firmemente al desarrollo.

    Se lo evoca en esta columna, a 35 años de su muerte, como uno de los fundadores de la radio y de la televisión argentinas, cuya excelencia siempre buscó y que hoy dejan bastante que desear.

    Su obsesión por hacerlos netamente culturales antes que comerciales marcó una impronta que con los años quedó de lado.

    Su vocación, como su ética, no tenían límites. Era médico otorrinolaringólogo, pero también fue el primer locutor de radio del mundo cuando su voz de barítono escapó de su fornido cuerpo para anunciar el 27 de agosto de 1920 que nacía en la Argentina para el mundo un nuevo y promisorio medio de comunicación: la radio.

    Nació en cuna acomodada, pero no por eso cedió al facilismo de dormirse en los laureles. Como su padre era diplomático, aprovechó para hacer el profesorado de violín y canto en el Conservatorio Imperial de Viena y en Alemania y Francia se perfeccionó en química y física.

    Cuenta Carlos Ulanovsky en Días de radio (Espasa Calpe, Buenos Aires, 1996) que Susini investigó las corrientes eléctricas y acústicas en el cuerpo humano y fue hasta las trincheras todavía humeantes de la Primera Guerra Mundial para analizar los efectos de los gases tóxicos.

    Lo científico, sin embargo, no inhibía lo artístico que había dentro de este hombre de apetencias tan diversas.

    Era, asimismo, apasionado radioaficionado y con otros tres jóvenes amigos médicos, o en proceso de serlo (César Guerrico, Luis Romero Carranza y Miguel Mujica), pasarían a la historia como los inspirados "locos de la azotea", que se treparon hasta el techo del teatro Coliseo para hacer las conexiones necesarias y parir allí mismo a la radiofonía. Treinta y un años más tarde estaría también presente en otro parto clave: el nacimiento de la televisión argentina. Y no sólo eso, en la emisión inaugural fue director de cámaras y hasta concibió un número musical.

    Pablo Gorlero relata minuciosamente en Historia de la comedia musical en la Argentina (Marcelo Héctor Olivieri Editor, Buenos Aires, 2004) los importantes aportes que Susini hizo a ese género y también la creación de la Gran Compañía Argentina de Comedias Musicales, que propulsó.

    Es que Susini entendía que la notoriedad y el dinero conllevan más obligaciones que derechos. Que no se trata sólo de estar presto para la foto en una gala solidaria y punto; que de poco vale emprender donaciones aisladas, para que la prensa adicta aplauda, si al mismo tiempo se tiene un comportamiento mediático lamentable.

    Susini, en cambio, puso a un lado la vanidad y trabajó duramente sin parar durante sus 81 años de vida: fundó una asociación de críticos y hasta una cooperativa telefónica en Pinamar. Con los otros "locos de la azotea" creó los célebres estudios Lumiton, que dieron al cine argentino algunos de sus títulos más clásicos. Concertista precoz, régisseur de ópera, director de teatro, puede decirse que casi ninguna actividad le fue ajena. Dirigió la Scala de Milán y el Teatro Colón, donde alentó la creación de los cuerpos estables. Y más.

    ¿Qué opinaría quien fue el primer director artístico de Canal 7 si hoy pudiese ver a qué nivel subterráneo ha derrapado la televisión que él mismo ayudó a crear hace 56 años? ¿Qué diría de la indiferencia de anunciantes, permisionarios

    y funcionarios del Estado, que poco o nada hacen para reencarrilar a tan maravilloso medio de comunicación?

    Seguro que quien nada menos que Albert Einstein rotuló como "una de las primeras inteligencias de la Argentina" no estaría para nada contento.

    Por Pablo Sirvén
    Fuente: diario "La Nación" 
    Más información: www.lanacion.com

     

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